sábado, 21 de abril de 2012

Hoja de papel (o instantes)


Hace algunos años, el sur de llenó de flores. Ese día no me dejaron quedar en la escuela, porque a los padres se les olvida que para amar, aunque la noche es un espacio delicioso, recurrente, y perfecto, hay otras tantas horas del día. Los padres temen que la belleza de la noche alborote los cuerpos de los (que) adolescen-tes.

En la mañana fui temprano a Ciudad Universitaria sólo para ver a muchos viejitos protestando por la huelga. Nos daban risa sus pancartas tan bien hechas, de imprenta; nuestros garabatos eran obras de arte, chuecos pero felices.

Nunca va a volver todo eso.

Sin embargo, ayer soñe que regresaba al CCH Sur pero algo no cuadraba. En el sueño tenía otras preocupaciones, que simplemente hace doce años ni se asomaban. Que vieja que estoy.

Pero hablaba de los garabatos y, la risa; el menú de ese primer día consistió en baba de nopal con cebolla, como si necesitaramos dar cuenta de nuestro dizque sacrificio nuevito y en ascenso.La explicación del Pambazo (Alvaro) que nos dijo que la huelga era un paro largo, largo. Y un poco así fue, pero tendríamos que multiplicar las emociones por cada instante en los días de huelga.

Ese primer día la escuela comenzó su inminente transformación para ser casa. Nada de slogans, no fue nuestra segunda casa: fue la casa ideal con los colores con que nos vestimos. Con la juventud y los sueños.

Y es increíble que me siga doliendo ese tiempo, que me cueste escribir y llore. Me engaño, no es para menos, lo que siento y lo que pienso de todo aquello se me queda en la garganta; en esos instantes cuando una esta viva nada alcanza para explicar la vida.

(Es de hecho lo que menos importa, simplemente se esta, como si una descubriera su cuerpo, caramba, ¡pero si tengo manos! y estos hombros, como que tengo piernas; y al descubrir el cuerpo propio se descubre el cuerpo de los otros, con su olor y sus gestos. También con su dolor.)

Recuerdo el té de manzana que Héctor preparaba e iba llevando a todas las brigadas; recuerdo a los chavos buscando leña para hacer las fogatas en la noche. Recuerdo las sábanas "almidonadas" y los perros, que empezaron a ser nuestros perros.

¡Dios mío! ¡Sólo un momento de bienaventuranza! Pero, ¿acaso eso es poco para toda
una vida humana?
Dostoievski. Noches Blancas.

La colección de esos instantes habrá que desmenusarla para que pueda poco a poco salir de la garganta.

domingo, 15 de abril de 2012

Ciudad Juárez

Hace años algunas amigas y un amigo (Genarito), pintamos un poema dedicado a las muertas de Juárez afuera de la facultad. El poema lo escribí en esos días de terror en los que leímos algunos expedientes de las chavas encontradas. Lo más espeluznante era saber que aquello estaba lejos de detenerse y que existía alguna chica a punto de ser secuestrada y etc., etc.

Y así. Han pasado 10 años y la cosa no sólo no mejora, sino se ha puesto peor, no creo que haya cifras confiables del número de muertos en Ciudad Juárez, mucho menos en todo el país.

Encontré el papelito con el poema que escribí una noche, pensando, llorando, sintiendo impotencia y maldiciendo la impunidad. Acá se los comparto:

Que tus manos suaves y finas
se dediquen a crear atardeceres
que tus pasos vuelvan a ser danzas
infinitas y aéreas.

Que tu voz, dulce trueno de voluntad,
rompa la oscuridad de los temores.
Que la tierra te abrace con amor nuevamente
y los hombres también.

Que la noche no sea más un sinónimo de muerte,
que no camines solitaria el desierto
escondiendo tu cuerpo temerosa.

No es suficiente con llorar tus muertes
es necesario contemplar tu rostro
y escuchar tu risa
para buscar juntas la justicia.