martes, 18 de septiembre de 2012

El trabajo

Recibí un mail. Ofrecen trabajo durante un mes, seis horas diarias, en Tepito. Clases de matemáticas para prepa, con posibilidad de que continue y sueldo de $12, 000. Por si no saben Tepito no es famoso por su tranquilidad, pero no es ese el inconveniente. Mañana tendría un curso de unas 8 horas y luego de chutarme la cantidad de pendejadas que creen que saben sobre la educación, ellos escogerían a 8 de entre 10, 20, 30...o algo así. Y el resto que se aliste para cuando hagan estos cursos emergentes otra vez.

 Me mandaron el mail hoy y como somos tantos los pelagatos matematicosos que andamos en busca de chambitas (a falta de Chamba), tienen la amabilidad de mandarnos un aviso con menos de 24 horas de anticipación para que nos presentemos. Desempleados sobramos.

Los trabajos para los estudiantes mitad, comprometidos (porque nos licenciamos, ¿qué no?) y mitad mediocres (porque andamos atenidos a estas chingaderas) son así, temporales, sin garantía, uno nunca debe sentirse demasiado a gusto. Hay otros, "más serios" que chupan las 14 teóricas horas que uno no duerme, al fin que lo que sobra es vida, ¿no?

Ya sé que hay claroscuros, pero cuando veo a muchos de mis compañeros tronándose los dedos para conseguir chamba, esto es la constante. El día que vuelva a creer en la escuela y sus maravillas, o que de plano ya no tenga un quinto, me levantaré a las 5 de la mañana para ir a Tepito, no a dar clases de matemáticas por supuesto, sino a que esa bola de cabrones adolescentes calenturientos, me enseñen algo de la vida. Nomás por eso ha valido la pena ser maestra.




jueves, 6 de septiembre de 2012

Nada

Escribir acá es como llegar a una casa, a mi casa. Me gusta todo lo que hay, veo lo que escribo y las palabras me llenan de sensaciones conocidas. Muchas veces consigo recordar el lugar y el momento que escribí algo. Es como si me hubiera dejado unas pistas para el recuerdo al momento de escribir. Entonces los recuerdos son, por lo menos dobles, por lo que escribo y por el momento en que lo hago.

Y luego, están ustedes, los que leen. Es de lo más raro y más hermoso. Los imagino, no saben como me gustaría ver su cara cuando leen, pero que yo fuera invisible, porque ya les dije que esto de escribir es como encuerarse. Esta soy yo, en muchos momentos no puedo decir eso, pero cuando escribo soy. Siempre ha sido así pero lo quise ignorar muchos años.

A veces me voy destilando mientras escribo y lloro o me transporto a otros lugares y con otra gente, personas que dejé en el camino, otras que me dejaron. Cosas pasadas que creo que nadie más que yo recuerda. Eso es la vida, la porción de cosas inolvidables y trivialísimas que cada día se hacen presentes. Las canciones, la ropa, las palabras. Para importar tiene que ser olvidado por todos los demás, pero a la vez tiene que dejar viva la esperanza de que el otro recuerde, una tiene que sentir que esas cosas tan fundamentales, el otro las recuerda. Dime, ¿fue en vano conocerme?

Porque todos los días llevo pedacitos de otros como en una maleta. Hace tiempo pensé que había vivido cosas increíbles, que había estado en momentos precisos de conjunción de astros. Algo de eso se ha ido, las maravillas siguen y mis ojos encontraron sosiego, ¿fue en vano conocerme? Porque no hay nada más que darte, sólo tengo mis recuerdos que sueñan con no ser olvido. Son cosas triviales pero son mi vida.