Fue un niño temeroso de Dios.
Cuando le dijeron que Dios todo lo ve, sus ojos crecieron desorbitadamente. Le
parecía espantoso no tener un escondite. Cuando se tocaba, ahí estaba Dios,
cuando iba al baño y tenía diarrea también estaba y así en cada momento de su
vida. Si le gustaba una niña, si en silencio decía groserías, si una persona le
parecía horripilante, etcétera. De pronto el mundo era pequeño y Luis era un
gusano al que Dios observaba, lo peor era que se lo imaginaba reprobando todo
lo que él hacía. Luis no era bueno casi nunca, sus acciones buenas o malas siempre
eran motivadas por un interés. Él era así y lo sabía, por eso cuando imaginaba a
Dios siguiéndolo se sentía culpable. Culpable de ser él.
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