Tampoco conocí a los normalistas que desapareció el
narcogobierno.
Sin embargo, los he visto desde hace años en las marchas, venidos de muchos lugares de México. Muchachos de piel morena con mantas enormes, a veces muy formaditos en sus contingentes y otras más bien festivos y sonrientes, gritando consignas.
¿Se debe escupir en la cara a quien opina así? ¿O llorar
por la perfecta idiotez de esa persona?
Sin embargo, los he visto desde hace años en las marchas, venidos de muchos lugares de México. Muchachos de piel morena con mantas enormes, a veces muy formaditos en sus contingentes y otras más bien festivos y sonrientes, gritando consignas.
Ayer escuché a un locutor decir que las normales no son
semillero de guerrilleros, como si, en caso de ser cierto, eso demeritara en
algo a las escuelas. Pensé qué aquel locutor expresa la idiotez cotidiana, no
sólo de México sino del mundo. En contraparte se puede decir que actualmente
miles de escuelas en el país son semillero de mano de obra barata y de futuros
trabajadores mediocres o desempleados pero esto no le preocupa a nadie. Ni
siquiera a los padres.
Están matando mucha gente en nuestro país, gente valiosa que
trabaja, que piensa y que por lo menos tiene el coraje para hablar que ya es
mucho cuando ser agachón es premiado a todos los niveles.
Recuerdo cuando los jóvenes del CCH tomábamos los camiones
para ir a las marchas. Jamás pensamos que eso ameritará arrancarnos el rostro o
desaparecernos. Y todavía hay quien lo justifica y dice: “¿Pues qué andaban
haciendo esos muchachos?”
Puestos a prueba, estamos quedando los más cobardes y duele
decirlo.
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