martes, 16 de julio de 2013

Borroso

Estoy lista para ser un árbol
la compañía callada.
Aprendí a regresar
con un pedazo de certidumbre a cuestas.

Comí de los recuerdos, sigo pensando
en el día que baile toda la noche,
aquel otro que besé al hombre que más había querido
y lo usé con el traje de la inocencia tolerada.

Hoy mi vida se me agolpa en los ojos
recuerdo aquel muchacho que me acompañó a ver a Manu
como salido de repente a salvar mi soledad.
Se llama Pablo y quedó
perdido entre la muchedumbre en mi cabeza.

Me extraño. El intervalo de mi vida
tiene abierto un boquete
perdí gente que quisé
bajo el eclipse de tu presencia.

Mejor será decir: bajo el eclipse de lo anhelado.

lunes, 15 de julio de 2013

Janis

Es insuficiente decir que ella es para mi el conjunto de decisiones sin arrepentimiento. Porque me cuesta ponerla a hacer cosas que para mi tienen mil variantes con sus consecuencias, dudas y demás idioteces.

Es la que supo como largarse de un lugar, tomar sus pies y andar a otras vidas. La que no se creyó los cuentos de moralidad o feminismo que creen saber lo que es ser mujer. En cambió amó como pudo y llevó a la práctica aquel poemínimo de Efraín Huerta "Después de todo, todas han sido el amor de mi vida".

Así que para hablar de ella solo puedo bordearla y cambiarle el nombre, aquel que tomé prestado mientras escribo a mano.

Ni siquiera puedo imaginar su rostro, aunque lo he buscado en la calle, en la red, en las películas. A lo más consigo definir un gesto, una mirada.

Dicen que algo existe porque otro lo piensa, ella debe gozar buena salud, porque todos los días la pienso.

Me gustaría hablar con ella un día, verla, quizá me sorprendería saber que solo es una mujer.

[Janis es la protagonista de la novela que intento]

sábado, 13 de julio de 2013

Lugar común

Lo triste es no poder decir algo nuevo sobre la tragedia. Me sueño en el agua desde niña. Dejé de nadar por muchos años, y el único lugar donde podía hacerlo era en los sueños. Y cuando, hace un año volví al agua, algo se prendió en mi, retomaba aquello, el placer.

Y ahora, a la puerta de una alergía salgo, de la alberca sin poder respirar y con lágrimas. Es como despedirse de un amor, de esos verdaderos. Con un lamento profundo y un reprochito en voz baja: desaprovechaste tantos años. Tonta, tonta.

Y creo que entiendo algunas cosas, así se debe sentir el diabético amante de los dulces, o mi madre sin poder caminar, las de senos hermosos con el cáncer de mama. Ya ven  que es lugar común y hasta chocante, mezcla de resignación y sabiduría.

Como dice mi amigo, me quedan los ríos y las lagunas.

Aunque yo sea de una ciudad sin mar.

Sueño

El sueño consistió en ver un hombre muerto. Acostado en su ataúd, con los ojos cerrados, la cara rígida y arrugada me llenó de espanto. Los familiares sospechaban un asesinato. así que lo revivieron para hacerle pruebas.

Esa lógica de la vigilia, me hizo preguntar al narrador del sueño, ¿y desde cuándo pueden revivir a la gente para hacerle autopsia?, ¿y si lo pueden revivir para eso, por qué no lo dejan vivo?

La respuesta fue la cara del viejo, no podía decirse que viviera, aunque respiraba.

Y de pronto tuve ese sentimiento de vértigo que me asaltó (y me asalta) de niña, ¿cómo será mi muerte?

Me desperté con una sensación de pesadumbre y miedo. Sigo con algunas lágrimas atoradas, llorando (y no) mi muerte.  Y es en este punto cuando sale un enanito a burlarse de mis miedos. Creo que gracias a la certeza de la muerte voy viviendo mejor. Eso es mucho decir. 

miércoles, 10 de julio de 2013

Foto literaria IV



La gente caminaba como doblada por dentro. Los diferentes destinos los transportaban a un lugar en común. La soledad. 

Ella iba a una entrevista de trabajo, acalorada y sin pretensiones. Se imaginó sentada en la oficina contestando el teléfono, vendiendo productos que jamás había probado. Despertar a las 5:00, bañarse, comer las sobras del día anterior y viajar durante dos horas. Todo el paquete incluido por $4000 mensuales. 

Al tomar el microbús miró sus manos ya un poco arrugadas y con leves manchas cafés. Los zapatos gastados, el calor, la acongoja previa al momento de vender su alma. 

Llegó al lugar y cuando entró, una mujer le pidió que esperara y se fue a otro cuarto. La oficina tenía las paredes sucias y las sillas gastadas. Llegó la mujer y con una mueca que insinuaba bochorno le dijo que el trabajo había sido ocupado. 

Afuera de la oficina Irene sonrió, la suerte volvía a favorecerla. Compró el periódico y de camino a su casa empezó a encerrar en ovalitos rojos las vacantes.  

El amor, el amor

A veces quisiera apretar tu cuello, no tanto para matarte sino para zangolotear tu cuerpo mientras intentas safarte. Te miraría con una sonrisa tan sincera y simple que por un instante también tú sentirías ganas de reír, harías bien, porque eso provocaría el máximo de la ternura y mis manos poco a poco empezarían a acariciar tu maltratado pescuezo. Aunque seguramente, la necesidad de estar a la defensiva echaría todo a perder.

Y es que ¡cuánto te amo!