lunes, 18 de febrero de 2013

Deseo

Supones que no te he escuchado, o que ese cuerpo con el que amanezco se me olvida. No sabes. No por callar las cosas se pierden o desaparecen. Una no puede callar en todos los idiomas.

Las palabras son llaves que nos alejan, mientras nos permiten abrir o cerrar puertas.

Los miedos de mi vida no se van, acaso se transforman. Pero hay un instante, cuando todo es claro. Más me vale sentir. Hoy me siento cansada pero con ganas de llegar a ti.

Aunque no te conozca.

jueves, 7 de febrero de 2013

Vigilante

Estaba sentada en el pasto, recargada en una piedra volcánica, de esas que abundan en CU. El lugar es hermoso, lleno de plantas, con el pasto muy verde. Estaba escribiendo. Veo que se acerca un muchachillo, de unos 17, 18 o quizá traga años, no sé, me dice:buenas tardes, nada más que tiene que estar de pie.

 Me fijo que trae uniforme de vigilante y junto con el uniforme, pese a su juventud, trae la amargura en la cara. ¿qué?, ¿prohibido sentir demasiado placer, verdad? porque si fuera una tarde de lluvia, le vendría valiendo un pepino la orden que le dan de no dejar acostar a nadie, pero si el día es hermoso y el pasto esta ahí abriéndote los brazos, es demasiado, demasiado gusto. Te dejan permanecer, porque el problema no es pisarlo, mientras no te acuestes.

¿Qué cosas puede hacer uno acostado que no se puedan hacer parado? Bueno, ya entendí.

Si aman a alguien nunca dejen que se convierta en vigilante.

domingo, 3 de febrero de 2013

Los tamales

Hace unos días escribí sobre sabores perdidos y ahora escribo sobre sabores encontrados, o los que no se van. 

Le llamo a mi mamá y me dice "vengan a desayunar, hice tamales".

En mi casa los tamales estaban listos a media noche, si alguien quería probarlos debía esperar, ser paciente y estar dispuesto a que los sacaran solo para comprobar que les faltaba y los tuvieran que regresar otro rato al fuego. Pero la espera valía la pena, aunque de niña fui melindrosa, me comía varios tamales en esas noches.

La preparación era tardada y a mí siempre me tocaba remojar las hojas. Yo quería hacer tamales, igual que quería hacer pasteles, galletas o chiles rellenos, como mis hermanas más grandes, pero mi mamá no estaba para esas cosas, como buena dictadora de su cocina, aceptaba ayudantes torpes de mala gana.

Y no son los más ricos, pero tienen tanta historia acumulada que siento que me como un pedazo de infancia: ver a mi madre trabajando en la casa,  a mis hermanas alrededor de la mesa rellenando las hojas, mi familia esperando los primeros tamales, esos que casi quemaban la boca de tan calientitos.

Tantos años de pelea han oscurecido esas cosas, ahora es que puedo recordarlas con nostalgía.

viernes, 1 de febrero de 2013

Las citas

No acabaría la lista de reverencias referencias bibliográficas que he usado en mi vida. Confieso que plagié desde que aprendí a decir mamá, sin embargo...

¡qué asco siento cuando veo un documento lleno de citas!

Supongo que por eso, estando a unos días de concluir la tesis, cuando me piden que justifique en las palabras de otros, lo que escribí sin haberlos leído, no puedo avanzar. Cada quien se agarra sus manías y la mía es buscar la voz de la persona en lo que leo de ella.

Es duro no reconocerse en lo que se escribe.

Pero es más duro haber llegado al final y no poder soltar aquello.

Así las cosas, tal vez ahora pueda avanzar.

La prisa

A veces cuando en un día hacía cosas locas, (léase ñoñadas)
pensaba en el día siguiente a ese, tenía la creencia que solo entonces iba a tener un pensamiento claro e inmutable sobre lo que estaba haciendo, la cosa era simple, hacía bien o mal.

Creo que fue hace poco, cuando me di cuenta que esas cosas son lo más escurridizo, no lo hecho sino lo pensado. A diez años de algún suceso, es como tener un trocito de aquello vivido y hacerle un nuevo remiendo. Una cosa que no termina.

Hay momentos y gente que vamos rellenando de palabras. Por ejemplo, le digo a él: eres mis palabras desde hace ocho años. Le digo a ella, eres mis palabras echadas al vacio de mi miseria para encontrar algo más.

Les digo a ustedes, son lo único y lo verdadero. No porque existan, sino por esa presencia fantaseada cuando escribo palabras.