Logré recordar algo que sentía de niña: la felicidad de sentirme
querida. Uno llega a la vida como por accidente, se cuela en la vida de los
otros y con suerte, llega para quedarse. Entonces quizá un día por fin es
aceptado, querido, apapachado. Se es parte de algo.
Y creo que luego,
la vida consiste en repetir aquello, a veces haciéndolo a lo tonto y otras
lanzando una botella al mar por si alguien la recoge.
Siempre cuesta
construir los amores. Hablar de lo que importa y desnudarse del mar que todos
llevamos dentro.
También cuesta
sentir como aquella persona indispensable, léase amiga, hermana o amante,
incluso madre, se aleja de esa construcción que tantas palabras, risas y miedos
costo.
A veces es terrible y a veces lo terrible es no lamentarlo.