El amor de mi vida se parece a ti.
Tiene esa expresión de abuelo y niño.
Es un gran bastardo de mirada cabula
con la sonrisa preparada y fácil.
Sus manos son así, con los dedos de puntas triangulares,
listas para abrazar y tocar las cosas con desparpajo.
Cuando cierra los ojos, abre el mundo,
se deja abrazar pero vive inquieto por saberse mirado.
Se parece a ti. Pero no eres tú:
extraño que sales del vagón del metro y de mi vida.
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