martes, 26 de julio de 2011

Lloviendo


Qué poco importan las tormentas cuando una está.
Luego de la empapada al llegar a casa es como si regresáramos de otro mundo (uno que moja los pies y las libretas).
Recuerdo un día. Estaba en los bigotes de CU con Luis, veníamos de caminar todo el día en las zanjas, de repente se soltó tremendo aguacero, no había nada que hacer, salvo mojarse, mojarse con ganas, así que salimos del carro de Daniel, luego de un "salgo si tú sales" y empezamos a correr por el pasto, brincamos, nos sentamos y descubrimos que el pasto está, EL PASTO ESTÁ. Nosotros estábamos, sentíamos todo y creo que ambos estábamos felices, ¿cómo saberlo?

Hoy va la primera lágrima de despedida, porque él ya no está.

Dejó de llover de repente, fácil, tan fácil como habían venido las gototas. Me subí al micro (en ese tiempo todavía no odiaba a los microbuseros) y la gente me miraba, recién llegada del mundo que moja.

Sólo llovió en los bigotes. Ese día regresando a mi casa escribí dos cosas de las que estaba (estoy) completamente segura:

1) el pasto está

2) llovió para nosotros

Benditas certezas, con las pinches dudas a una sola le toca lidiar.

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