sábado, 3 de septiembre de 2011

Alcohol

Eran los primeros días de huelga; uno trataba de "hacer bien" las cosas, desde limpiar la brigada, hasta (lo más difícil) escuchar a los compañeros. Por la noche nos reunimos, discutimos algunas cosas sobre la asamblea general, luego Octavio comenzó a hablar del frío en las madrugadas y la necesidad de alcohol, un trago, sólo un poco. Los malabares que uno hace por existir a esa edad, con esos sueños. Según yo, votamos porque no se consumiera alcohol, acuerdo que no se cumplió, como no se cumplieron tantos otros que transgredían esa especie de ética que desde nuestra casa o con los amigos o de no sé dónde nos íbamos inventando.

El saber era cualitativamente distinto, la artificialidad a la que muchos nos acostumbramos tras tantos años de escuela perdía fuerza, y esa perdida de referentes nos descoloco en la familia y las otras relaciones que, cuando uno las mira bien, resultan análogas a la familia (hasta que uno consigue, si acaso lo consigue, descolocarse de eso).

La relación con el saber se volvió tersa: la música, los autores, los poemas, la historia, importaba conocer lo que la escuela jamás nos hubiera podido enseñar.

Ese tiempo nos enseño tanto, a mí más que todos los años de escuela y de calle, lo siento, voy a sonar mamona pero sólo los que consiguen rasgar su vida cotidiana a lado de otros, en colectivo, pueden vislumbrar la posibilidad de mundos, y sin duda, estos mundos no son infalibles pero son otros.

Nos transformamos irremediablemente, luego fue el caos y la rabia, ese rasguño a la realidad lo pagamos y ni siquiera lo digo por la cárcel y la frustración, sino porque a través del tiempo, las creencias se rompen...




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