A veces pese a la farsa que representa la escuela, algo se aprende.
Una se topa con maestras de vida "fresca" a sus setenta años.
La institución no logra domarlas del todo y el SNI no consigue enlodarles
las ideas ni pudrirles la creatividad; sus escritos no son rompecabezas
en constante acomodo para conseguir la cuota de publicación.
Son pocas, pero existen, las maestras que se logran quitar la máscara por un momento
y te dejan ver sus arrugas, el trabajo de toda su vida, sus utopías remendadas.
Y ese contacto te hace reconocer o recordar que el papel del maestro siempre ha sido otro
que va más allá del tufo intelectual y sórdido. Parece que consiste sobre todo en enseñarnos
algo de la vida.
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te sigo leyendo, me hace bien leerte, gracias, no dejes de hacerlo. hasta siempre, te quiero
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