jueves, 7 de febrero de 2013

Vigilante

Estaba sentada en el pasto, recargada en una piedra volcánica, de esas que abundan en CU. El lugar es hermoso, lleno de plantas, con el pasto muy verde. Estaba escribiendo. Veo que se acerca un muchachillo, de unos 17, 18 o quizá traga años, no sé, me dice:buenas tardes, nada más que tiene que estar de pie.

 Me fijo que trae uniforme de vigilante y junto con el uniforme, pese a su juventud, trae la amargura en la cara. ¿qué?, ¿prohibido sentir demasiado placer, verdad? porque si fuera una tarde de lluvia, le vendría valiendo un pepino la orden que le dan de no dejar acostar a nadie, pero si el día es hermoso y el pasto esta ahí abriéndote los brazos, es demasiado, demasiado gusto. Te dejan permanecer, porque el problema no es pisarlo, mientras no te acuestes.

¿Qué cosas puede hacer uno acostado que no se puedan hacer parado? Bueno, ya entendí.

Si aman a alguien nunca dejen que se convierta en vigilante.

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