Esa niña soñaba con el día que crecería su pajarito. Lo imaginaba y comunicaba a los padres su deseo. Entre el agobio, la risa y la impotencia, ellos no atinaban a decirle que aquello era imposible.
Con los años, ella misma aceptó la ausencia física. Usó faldas, se maquilló, tuvo novios.
Mas el deseo se hizo un lugar en su cabeza y amó a otras mujeres. Para aquello, pese a la opinión mayoritaria de los hombres, no se necesitaba el pájaro ese.
Bastaba, al menos para ella, su cuerpo de mujer.
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