domingo, 26 de mayo de 2013

Las manos

Sus manos eran grandes y fuertes, con dedos largos y delgados. Tenía una fina capa de vellos que le recordaban las manos de su padre.

No se supone que sean así las manos de mujer. Pero era una mujer hermosa con manos grandes.

Las levantaba al cielo, para cortar el agua y acariciar. Las usaba también para escribir y desnudar a ese hombre que tenía las manos más grandes que ella.

Al salir del baño el espejo le recordaba su diferencia. Nunca había visto un cuerpo como el suyo, ese espacio en el que amanecía. Ese lugar enigmático y cotidiano.

Lo vería envejecer, así como lo había visto crecer y detenerse, capaz de grandes hazañas, cansado, bailador y titubeante ante la primera mirada en su desnudez.

Era suyo, lo había ido formando con palabras, rechazos, desesperación y pasiones. Los espejos no abundaban en su casa, pero esas manos le ayudaban a revelar los pliegues, las caídas, los labios.

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