jueves, 5 de septiembre de 2013

El argentino

Sigo riendo cuando recuerdo aquel día en el que te pedí que mataras a tu novia. Es una sonrisa sincera. Realmente me hubiera gustado que lo hicieras, pero esas cosas son feas y es mejor no hablar de ellas.

Digamos que fue un lapsus, y en lugar de decir, "mándala con mucho mate" dije "mátala con mucho mate" o algo así "por qué no la matas con mate" en lugar de "por qué no mandas con mate". La idea te divirtió un poco, pero dijiste que no lo harías y todos los presentes me regañaron por mis malos pensamientos.

Tu fuiste el anuncio de la buena racha en mi vida. Ese día todo lo que quería era bailar contigo, eras el tipo más simpático que había conocido, pese a ser argentino. Nunca podía coquetear sin ser torpe, pero a ti incluso te podía pedir que mataras a tu novia y tú, de todos modos, ibas a bailar conmigo como si fueramos los mejores amigos, con naturalidad y concentración, haciendo tu papel de caballero. Gracias por dejarme ser cursi, cuando ni yo me lo permitía.

También te debo dar las gracias por devolverme la suerte, y es que fuiste el creador del amuleto, tejiste los aretes con ala de colibrí que me trajeron muchos años de amor (y continúan).

Así que te perdono no matar a tu novia. Y claro, te recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario