martes, 25 de abril de 2017

Algo anda mal en uno

Algo anda mal.

Si un cretino o cretina manda hacer cosas estúpidas en nombre de un cargo que se ganó a base de hacer cosas estúpidas. Algo no está bien en la cabeza de la gente.

La loca es una por no acomodarse, por pensar, aunque suene trillado. Desde que entré a trabajar en la burocracia, siento que casi todos los días he hecho algo idiota, inútil e intrascendente comandada por alguien mimetizado con el absurdo.

En la oficina somos animales enfermos. La mayoría quiere escapar, la niña que llevamos a veces nos jala de la ropa y nos pide salir huyendo. Los adultos en los que nos hemos convertido se lo impedimos, pero intentamos consolarla diciendo que ya vendrán tiempos mejores, días de vacaciones o de quincena, apuntamos más lejos y le decimos que la jubilación sólo tardará unos veinte o treinta años, como si para una niña eso no fueran mil vidas.

Algo anda mal, si como dijo Chinaski, uno además tiene que estar agradecido y mostrar entusiasmo.

No estoy agradecida. No tengo porque estarlo. Uno intercambia su tiempo y su energía, su pensamiento, la comida en la casa, los paseos. Conforme pasa el tiempo se van sumando cosas, el sueño, la tranquilidad, disfrutar el amanecer, tomar café sin salir corriendo. Además del dinero, uno recibe enfermedades y frustración.

¿Es un intercambio justo?

¿Por qué estar agradecida?

Algo anda mal en uno mirando la vida como un mientras tanto. Mientras me muero, deberíamos decir pero nos aguantamos con la ilusión de tener algo, de que alguien nos ame por lo que pensamos y lo que creemos ser.

Tanto embarrarse para importarle a otros, para que los padres puedan estar orgullosos y uno mismo. ¿Orgullosos de qué? De saber aguantar, de poder maniatar a la niña que está desesperada y voltear a otro lado. Pegar un post it con los deberes del día siguiente:

1) clavarme un lápiz en el culo;
2) tragarme las idioteces de mi jefe y endulzarlas con splenda;
3) enviar correos para que los receptores los echen al spam;
4) elaborar el oficio para asistir a un evento que a nadie le interesa;
6) aguantarme las ganas de llorar y salir corriendo;
7) llegar a casa e intentar no despertar a las 4 de la mañana con la angustia en el cuerpo.

O bien, desatar a la niña, tomarla de la mano y dejar que sea ella quien nos guíe.

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