En medio del examen, para apagar las voces de otros, escuché la guitarra. Casi la había olvidado, el jueves reencontré su respiro, imagine las manos hábiles, delgadas y grandes de un hombre, llorando la guitarra con tremendo alarido de las cuerdas.
Dejé de pensar en el examen, me recordé escuchando: el sonido de la guitarra otras veces me ha atrapado.
Sólo atino a decir que es demasiado, lo que me hace sentir es demasiado.
Será que quiero convertirme en guitarra y oscurecer el día en los brazos de un hombre que nos llore.
Así es Efraín H. sufrir bonitamente.
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