Pensé en una palabra que regresa a la boca y luego se queda perdida en la garganta y se combina con las palabras nuevas, va pegando sus sílabas al principio de éstas, así las distorciona y las transforma y evita que nos entendamos.
Es tu nombre, pero no completo. Porque si uso los nombres a los que no respondes invoco las historias que no quiero escuchar, ¿por qué insistes en contarme quién te llamaba así? esos cuentos guardátelos para tus nietos o para las arañas.
En fin, tu nombre...¿si te comes el granito de arroz voy a olvidar tu cara?
¿Podré pensar tus ojos o sentir tus palabras?
Guarda el granito en donde nadie vea o siémbralo, pero no olvides despegar tu nombre para desvanecerlo con los dedos.
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