domingo, 2 de diciembre de 2012

Foto literaria IV

Vanessa camina con la espalda encorvada. Sus cuarenta kilos de más la hacen jadear cuando va por la pendiente. Todos los días le falla algún calculo, choca con la mesa, empuja a un niño, tira alguna cosa en el supermercado.

Poco a poco se hizo de la ropa adecuada para sentirse un poco menos gorda. Intentó disimular las suaves lonjas con vestidos. Pero ahí esta esa masa adherida que la hace sentir menos ella y más la gorda que por ser gorda se piensa risueña y bonachona, aunque por las noches la dificultad de respirar la despierte agobiada.

Sus amigas gordas comen papas fritas y toman refrescos, mientras platican sobre las dietas que en una semana hacen perder 5 kilos.

Más efectivo sería cortarse una pierna.

El cuerpo. Ese reducto que cuesta tanto trabajo poseer es ofrecido en sacrificio, esta vez inflándolo.

Ahí están las gordas queriendo convencerse de la belleza interior, aun cuando su interior sean órganos nadando en grasa, precipitados hacia las enfermedades de moda.

Hay de bellezas a bellezas, es cierto. Ocupar el cuerpo y hacerlo nuestro  puede ser una tarea dulce.


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