domingo, 3 de junio de 2012

Los nahuales

El barrilito nos contaba muchas historias de espantos. Por la noche, nos sentábamos alrededor de la mesa de mi abuela y acompañados de una taza de café legal, le pedíamos a Julian que nos llenara los oídos de las apariciones. Era una tortura bienvenida. El problema venía después, cuando el café se nos quería salir del cuerpo a media noche, porque el baño estaba muy lejos y en el camino te podías topar con alacranes y arañas, aunque en realidad, lo que nos daba miedo era encontrarnos con fantasmas.

A mí las historias que más me gustaban eran las de chaneques y nahuales. Los chaneques porque cuidaban los arroyos y me los imaginaba como bebés negritos encuerados que bailaban y vivían felices y así con su ternurita, sus nalguitas y todo, de repente le metían un susto marca diablo a los agricultores.

Las historias de nahuales me gustaban porque la idea de ver la transformación del cuerpo humano en otro de animal era una posibilidad de hacer cosas como volar, o desaparecer. En la carretera, de camino al pueblo, soñaba que volaba y llegaba antes que toda mi familia, pero además también era invisible, podía ir volando al lado del carro sin que nadie se diera cuenta. En las historias los nahuales eran más bien mediocres, los cachaban robando algo de la cocina y por eso les pegaban o disparaban y ellos morían convertidos en humanos. Esa parte era la que me molestaba,con poderes así, ¿por qué iba uno a andar robando quesos?

En fin, quizá eso habla de la pobreza en el campo, tan ancestral como los nahuales.

Antier soñé que me convertía en cuervo, volé persiguiendo a un lobo y todo acabo cuando me llené de miedo y el lobo por poco me come una ala. Volar. Hay cosas que uno nunca hará por más que desee. Volar de todo, verlo todo desde arriba, cambiar de cuerpo, desaparecer, abrir los ojos en el momento justo, recordar...qué ganas de creer en la fantasía, qué ganas de creer en algo.

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