Hoy que escuché la canción de Silvio Érase que se era, me acordé que en otro tiempo fui del CCH. Pude
pensar en Voz, que ha permanecido como un tabú en mi vida, sólo puedo recordarlo un breve instante, como
si hacerlo fuera un pecado.
Siempre imaginaba a otra gente al oír la canción, pero hoy vi que la imagen de fondo somos él y yo a los 17 años, con la vida nueva que todo adolescente tiene. Con mis libros de poesía, con mis brackets, con mi nuevo corte de cabello, con las ganas de dar algo, con el miedo de encontrar lo que buscaba.
Sí eres, me diría meses después, en una nueva libreta ahora con escritos de él, llena de esa sospecha, de ese presentimiento de que algo se perdió. Algo que importaba.
¿Cuál es la diferencia ahora?
Siempre imaginaba a otra gente al oír la canción, pero hoy vi que la imagen de fondo somos él y yo a los 17 años, con la vida nueva que todo adolescente tiene. Con mis libros de poesía, con mis brackets, con mi nuevo corte de cabello, con las ganas de dar algo, con el miedo de encontrar lo que buscaba.
Estoy con él y me sube a sus pies, bailamos. Estoy con él y
quiere tocar mis nalgas y yo lo detengo. Estoy con él acostada sintiendo algo
que no es un orgasmo pero se le parece.
Nuestra historia fue hermosa.
Ese amor era algo bueno y había que ser tonto para no
saberlo. Si los padres no importan y la única certeza es la cara de un hombre,
sus sueños, sus ideales, en esa época de ideales. Aquello no era algo
cotidiano. Ese amor daba valor, el valor de ser la mujer.
Esta canción va por él y su recuerdo, por sus palabras,
por lo que tomó de tal o cual autor o tal y cual actor para mostrarme algo, una
cosa parecida al cariño, a la desesperación y la imposibilidad. Faltaba casi el
doble de años para un amor que de tan grande y tremendo daba miedo. Miedo de
no conocer a otros, a otras, miedo de
estacionarse y dejarse avasallar por ese amor que no podía, que no debía ser
tan bueno. No todavía, era poca edad y siempre hace falta vivir.
Y sin embargo, sí era, era amor del que desespera, del que
hace llorar, del que promete y alimenta, del que podría hacer pasar hambre y dolor,
un amor joven y lleno de sueños. No sé si hablar de pureza porque no es la
palabra que busco pero se acerca a lo que quiero describir: aquello era la
fantasía de ser la mujer que el otro quiere, tener la sospecha de que sí sé es.
Cuando él estaba preso le regalé un cuaderno con escritos míos, en el que le
decía: como quisiera ser esa mujer, pero
no soy.
Sí eres, me diría meses después, en una nueva libreta ahora con escritos de él, llena de esa sospecha, de ese presentimiento de que algo se perdió. Algo que importaba.
Sí eras, diría
años después. Yo ya no era y por tanto él tampoco, nos habíamos dejado, sin
vuelta. En ese tiempo de estar juntos hubiéramos podido agotar, exprimir esto
de los corazones, casarnos, hacer el amor hasta el hartazgo y quizá luego
pensar que no éramos. Que siempre no.
¿Cuál es la diferencia ahora?
A la par de ésta existen miles de historias. Decir, por
ejemplo, que aprendimos a amar, que aquello sigue, que el hartazgo no es
necesariamente EL final.
Este hombre me dijo algo al oído, algo mío, de mí, no es
broma, tengo el valor para defender lo
que me gusta, para amar.
Una sól@ se queda con su historia, con la posibilidad de
contarla e incluso cambiarle el final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario